TÚ NUNCA MORIRÁS (2009): el amor no existe

Cuando hace ya algunos años mi amiga Ana Alba, auténtica gurú musical, quiso pellizcar mi autocomplacencia sonora con esta tormenta descarnada y lacerante que han titulado "Tú nunca morirás", yo no estaba preparado para sus invocaciones, para su nada disimulado epitafio de derrota que se autoinflinge una penosa exposición ante todos nosotros. Por aquel entonces creía conocer muchas cosas que ni siquiera alcanzaba a imaginar, me faltaba todavía adquirir ese sabio resorte ontogénico que aconseja no juzgar nunca más situaciones que no has vivido y que probablemente quisieras evitar. Entonces el amor era una tonta ecuación, a lo sumo una juguetona regla de 3 donde la x podía resistirse o levitar, pero podrías conocer su respuesta aunque no tuvieses la primicia.

La vida más tarde o tardíamente se pronuncia y ese fabuloso concepto del que te hablan experiencias cercanas, pelis esponjosas, canciones melodiosas o libros interminables empieza a destruirse en tu ponzoñosa soledad. Entonces conectas con este disco y no te duele tanto su desesperación, su enloquecido erratismo por lugares que tú pensabas podrían cartografiarse de algún modo; y no es verdad para estos lodos no vale ni google maps. Así pues mi ingenuo yo de hace 9 años prefería descartar estas canciones, creer que su telúrica ansiedad era algo remoto y ajeno a una razonada simetría de hechos consumados. Pero no es así queridos melovinilómanos siempre hay barro debajo.

La portada invita ya a un irresistible anhelo, a poder columpiarse manteniendo los pies en tierra, creer ilusamente que esas sensaciones no puedan compaginar el placer y el dolor en fracciones de tiempo excesivamente caprichosas. No me gustaría usar la palabra deprimente pero es difícil no echar mano de ella, hay algo maravillosamente deprimente (insisto) en este asteroide perdido por sentimientos culpables e inoportunos.

CARA A

No sé demasiado de McEnroe (Ricardo, Gonzalo, Pablo, Eduardo y Jaime), creo que son colegas a distancia, un conjunto freak que buscaba huecos a mitad de camino para garabatear canciones rotas, "Los Valientes" suena casi optimista con un tono de voz suficientemente solemne, algo ajena a lo que el lp no tardará en gotear, es la música quien nos engaña porque su letra habla claramente de la imposibilidad amorosa, de la incomunicación del amante que no logra cuadrar oportunidad y silencio
así:

A veces me despierto sin querer,
puedo verte cuando no me ves
dormida a mi lado.

Y me apoyo en tu corazón
y te canto en una canción
lo que nunca te digo.]


Aquí las letras, auténtica poesía intermitente, son de una importancia irreparable, limitándose la música a consolar torpemente confesiones demasiado hondas, difícilmente asimilables.


Su siguiente corte no juega ya a los acertijos y abandona esa invitación al oyente en su hemisferio de fe "El Alce" se embiste con rabia contra la constatación del engaño, quedan entonces las no respuestas, el grito frágil e infantil contra los peores presagios, un ejercicio de desasosiego admirable. La voz de Ricardo aparece por momentos segura, otras no termina las palabras, le falta aire, debe sentir vergüenza al escucharse, los versos están al borde del abismo:

[Ahora que sé que hubo un día
en el que todo terminó,
me pregunto dónde estaba
cuando él te tocó.
¿Pensaste en algún momento
en lo que sentiría yo?
¿Pensaste en algún momento
en decirle que no?]

Todo el revestimiento es preciosista, tratando de endulzar semejante desolación con matices delicados y progresivos, incluso en el directo que propongo arriba ya despojados de las virguerías de su productor Abel Hernández la música parece querer escindirse, hallar una salida, huir a tiempo. Pero no es posible la sentencia es firme:

[En lo que yo creía
era todo una mentira,
que el amor no existe,
tú me lo destruiste.]

Imposible no romperse osados oyentes, afortunado es sentirse dañado y correspondido.





[Una luz que va apagándose sin más
y eso es lo que sucede.
Una luz que va apagándose sin más
y eso es lo que más duele.

Yo no voy a ser quien te haga ver
que estás equivocada.
Yo no voy a ser quien te haga ver
que esto no es una guerra.]

Así de simple, así de renuente "Tormentas" con más amor propio que en su antecesor nuestros predicadores de olvido utilizan la distorsión y esa voz descompuesta casi sangrante para regalar un tema tan hermoso como rudo, de una belleza tan real como impropia.




Mirén Iza toma el relevo del dolor para xerografiar un momento tan escurridizo como infinito:

[La vida se esconde en este lugar
como un beso olvidado que esperas recordar
y el silencio en tu cuerpo antes de amarme.
es su voz que me grita ?tú nunca morirás?.]

Apenas dibujado instrumentalmente y con ciertos crescendos con pocas aspiraciones "Tú Nunca Morirás"  nos destila el deseo hondo de que no termine nunca, de que en el amor no participe el tiempo oxidando sus sueños, exponiendo sus piadosas mentiras. Suena casi como aire fresco después de la fatídica descarga de impotencia y furia anteriores retomando tímidamente escenarios que conectan con el tema de apertura. Muy medido, un bocado necesario para disimular algunas lágrimas.


 Mejor no engañarse porque "Los Veranos" recupera con muchísima inteligencia y desaire tormentas, alces y despecho. Debe ser principios de Agosto porque nada arde y el rencor es claramente visible tras esa declaración de principios atrofiados y felizmente incomprendidos:

[Hace ya tanto tiempo en que sólo crees
únicamente en las cosas que no puedes ver,
pequeños detalles enormes que nunca dirás
por el miedo a parecer lo que eres de verdad.]


La amenaza hambrienta y sutil persiste como un jodido karma:

[Ten cuidado, estoy muy cerca.]

El tema se abre con la imperiosa necesidad de tomar aire, como alguien que se sumerge repetidamente bajo el agua para omitir las cosas que realmente están sucediendo. Asfixiante y compulsiva, atravesada en sus estrofas por coros fantasmales, hay una caza dormida de recuerdos difuminados y castigados. En su coda se abraza tímidamente la conciliación mientras sigue vibrando su afilada advertencia. Subliminal.




CARA B

Intentando establecer comparativas con tamaño empeño por y para el sufrimiento Rodrigo Risso me hablo del heroico también "12 segundos de oscuridad" de Jorge Drexler por si alguién le queda gusanillo aunque desde aquí recomendamos empezar por ese último más esclarecedor y menos oscuro.

Se relevan las caras tomando menor distancia respecto a datos, lugares, fechas... como si los autores tratasen de vindicar escenas fehacientes, vivencias obnubiladas de sfumato, luces, preguntas, ruido,  nombres, respuestas y frases vulgares repiqueteando contra el plato.




[No van a volver, pero no se van
las tardes en que todo parecía no tener final.
Solías venir sólo con llamar...
...Siempre te querré, llegaste a decir].

Quién no se perdió en esas tardes tan mágicas como infructuosas, son canciones nocturnas hechas a destiempo en medio de recuerdos voraces aplacando nuestra inofensiva rutina.

[Puedo correr hacia atrás pero nunca regresar,
yo ya lo sé,

La última vez lo intenté,
la última vez fracasé.]


"Cuando Suene This Night" se balancea un poco dubitativa pero tras un halo de brisa instrumental que sirve de preludio la batería se convierte en un aparato circulatorio insistente y solemne que subraya la necesidad de recuperar esa fe, esos momentos sin cuenta atrás.



"La Noche de San Juan" parece evocar memorias tangibles de una noche tan especial como decepcionante, su bautismo de agua y fuego donde tomamos testigo de promesas aún inmaduras y besos rompiéndose entre botellas y humo. Un tema hipnótico que libera el aullido constante de una sirena redirigiendo con urgencia a los barcos hacia la costa; quizás tratando de que ese pasado no acabe nublando el inmovilismo de este presente. Finalmente ruidos metálicos y marinos desembocan en el estribillo catártico

[Saber seguro que hay gente
como tú por los parques
que cambiarían mi vida en un instante.

No saber seguro que hay gente
navegando por los bares
sólo en busca de la gloria de este instante.]


Una voz femenina (de nuevo Miren Iza) aúpa el haiku más alto en lo que quisiéramos pensar es una salobre reconciliación entre lo remoto y el deseo.



Otra joya lírica de la que no se puede desechar nada es "¿Por qué combatimos?" esta versión más unplugged refuerza las contradicciones de este poema tan al límite, la voz de Ricardo ahoga la desesperación de sus anhelos.


[Todo el brillo de tu alma
nunca me dejo de hablar,
como una nube en el cielo
se perdía por el mar.

Y voló alto para alcanzar
el rastro que solías dejar
y voló alto para escapar,
siempre acabo en ti.

Y en su maleta
la esperanza de volverte a ver,
lucho con fuerza
contra el miedo a volverte a ver.
Como la resina en ámbar
se convirtió al arder
en ese fuego imposible
que te sale de la piel.

Sin quererlo ni elegir,
sin poderlo evitar,
comenzó a combatir,
a combatir por ti.

Y en su escopeta
la inocencia de quien sólo ve
el blanco puro en la boca
que le va a comer]
En el original la percusión funciona como la respiración jadeante del cazador que persigue desbordado a su presa queriendo acabar por siempre pero al mismo tiempo ansiando que su huida se prolongue, que no sea fácil, que no sea rápido, tan cerca del final como de la muerte. Espectacular.
"Naoko", la última hoja de otoño, el broche sutil y ritual de esta bitácora de desengaños y tristezas indemnes, un comienzo sonoro muy ornamentado y que se toma su tiempo para aglutinar detalles y pintura con suaves pinceladas, con la cadencia caprichosa de un tiovivo.
[Aún recuerdo en tu mirada
ese brillo que se ahogaba
como una piedra en el río.

Como escribió Naoko,
yo también querría ser
algún día aplastado
por toneladas de cariño
que merezco y que nunca me has dado.

Ningún libro que leímos
avisaba del peligro
de creernos especiales.]
Aparece un nombre de mujer y quizá se exceda en su letanía instrumental que empieza a disiparse desde su inicio pero que como ciertas evocaciones se resiste a consumirse. La lírica sigue ejecutando con pesimismo y valor oposiciones tan dolorosas, piezas maleables que no podrán encajar nunca.
Los chicos de McEnroe se rinden a la evidencia y sus múltiples facetas tan parecidas; sabemos que es una evidencia herida de muerte, una punta de flecha que tanto oyentes como creadores preferimos dejar clavada ciertas noches, siempre estuvo ahí de algún modo y podemos recuperarla para reafirmar nuestra existencia, nuestro sufrimiento. Apuntalar frases tan vulnerables como "Tú Nunca Morirás" y dejar que esta música acompañe nuestros misterios en soledad, en el bendecido anonimato.
Escuchen esta amarga rosquilla muy solos, con cascos de aviador si es posible, no es apta para colectividades frívolas, este discóbolo se confeccionó para penar para lamentar que algunos momentos no dispongan de ensayo previo y registro cinematográfico







Comentarios

Entradas populares