LA GRAN ESFERA (2019) - "La Belleza de Todo Final"

BAJAR LA AGUJA (intro)

Todas las parejas comparten una banda sonora, ese grupo al que van en pleno éxtasis a sus conciertos buscando complementar aquella hambre emocional, canciones que preservan momentos heridos y erógenos como un pasaporte temporal en el que dar testimonio de tantas escenas irrepetibles.

Nosotros no fuimos menos, La Casa Azul jalonó nuestras escapadas y trámites de avituallamiento del corazón, incluso cuando Guille Milkyway ( alma mater y creador del grupo) nos firmaba después de un concierto el brillante "La Polinesia Meridional" (2011), le confesábamos que nos habíamos enamorando escuchando su disco, no en vano ese año fue nuestro inicio de partida.

Cuando 8 años después aparecía su siguiente disco "La Gran Esfera" (2019), jamás pensé que esas canciones que hablaban de la decadencia y estancamiento de las relaciones sentimentales de proyección prospectiva, acabarían dibujando y coloreando nuestra deserción. Es una sensación extraña cómo esas pistas que has brincado y vitoreado junto a tu pareja se transforman en las diapositivas borrosas de un distanciamiento taciturno e inesperado entre ambos. Música y vida, las canciones abrazan una especie de celebración de los recuerdos y paradójicamente de la distancia necesaria para contemplarlos, llorarlos.

Ésta es la historia herida de nuestra esfera disfrazada de melodías que acarician nuestros tiernos fantasmas, nuestras dudas tan predictivas; ella sopló con fuerza esa pompa de intimidad y rutinas, y de repente descubrí que no había espejismos, ni cristales donde observarnos, opté por depositar con delicadeza el soplador de pompas en un banco, recordé Elche y Casablanca, y me zambullí en este disco.


CHISPORROTEO ( Cara A )

Casi encapsulada y de la mano de la etérea "Todas tus Amigas" (de su anterior largo), agujerea tímidamente el silencio esta adictiva "Podría ser Peor", un título suficientemente descriptivo que apuesta por seguir renovando mecánicamente esas cadenas invisibles, esa conformación con lo previsto y tasado. He de reconocer que al principio me costó mimetizarme con su estudiada amortiguación, como si sus reflejos te retrotrajesen a un club nocturno decadente donde sabes que vas a perderte irremisiblemente, sólo cuando llega al estribillo carga con toda su desesperación y su rabia. Es el actual pistoletazo de salida de sus directos, te va enhebrando a una realidad que a veces musitas pero nunca confiesas. 
La letra ayuda a representar ese inmovilismo temeroso, esa conformidad con el piloto automático, con seguir oscilando indefectiblemente


Dejamos Shangri-La desangrándose en la novela "Horizontes perdidos" y asumimos algo derrotados que siempre estuvimos equivocados, que hay algo ficticio en ese refugio del amor inquebrantable, ya vislumbramos emborronado "El Final del Amor Eterno", con su redoble inicial nos prepara para despedirnos de la profecía autocumplida, con geniales inserciones vocales como ese gutural (de todo) que nos atropella con el delicioso intermedio de dudas, para remojarnos finalmente en un estribillo grácil e ingenuo con tú y yo, laderas y mucho rodar. De nuevo Guille juega con una euforia juguetona que en su poesía esconde el abismo que yace entre la ensoñación y la aceptación, entre la representación y la mecánica.


" Dime cómo conseguir plasticidad, cómo accedo al equilibrio estructural ( de todo), dame un poco más de tiempo y yo disiparé la oscuridad. Dudas, de si merece el esfuerzo, dudas, de que podamos hacerlo, dudas,...  tú y yo, y ni siquiera intuíamos la posibilidad de que aquella luz aquella claridad, fuera efímera y pasajera... Somos piezas de un sistema secuencial, vulnerables al desgaste natural ( de todo), dame un poco más de tiempo y yo retomaré la vitalidad... tú y yo nunca pensamos que el tiempo nos pudiera arrebatar aquella plenitud, aquella intensidad el devenir del amor eterno"

Un medio tiempo que va amasando el barro cosmocócico del amor prorrogado, sin tonadilla de "Unchained Melody", una pena, pero lo hace tiernamente con un regusto a rumba juguetona, casi confundiéndonos entre colores pastel del estribillo y los grises urbanos de sus estrofas pero sin ocultar del todo la crónica de una muerte anunciada.

Qué inyectada me entró "Ataraxia", con sus devaneos trap y sus gemiditos erógenos, un certero boomerang para aquellos que acusaban a Guille de cierto inmovilismo sonoro, no sólo nos empuja a buscar el significado de ese valioso término griego, si no que nos embiste con la institucionalización del amor en su recurso más manido: el sexo ritual y reza así...

"Me vas a perdonar, me entretuve algo más de la cuenta, sin querer se me fue la cabeza y no caí en lo tarde que era ya, hay que ver cómo trepa la hiedra... cuánto quisiera poder hablar, a estas horas el miedo no me deja ni respirar, expandirme dentro de ti, es lo poco que puede hacerme revivir, no quiero nada más... tú consigues redimir mi poca voluntad..."

El sexo como silenciador efectivo e impersonal de los dilemas, la ducha compartida, los ritos programados con su vaivén casi forjado, en el fondo hay una renuncia a profundizar, a aclarar las escenas y persistir en esa indolencia reconocible y pactada, deslizar el placer inmediato y evaporar las preguntas entre el vapor, inyectarse esa ataraxia indiferente, neutra e inane y empezar a olvidar.

"¡Qué poca capacidad! de tener el control de mi vida, de vencer a esta eterna desidia, ineptitud forjada a base de esquivar la verdad que me desprotegía y exponía mis sombras, mi falta de actitud"


Y aún se nos clavaría más fuerte con ese inteligente vídeo deificando la fruición del sexo oral que yo mismo sacralizaría en este poemita SAUDADES: Esponsales (nacholilloesraro.blogspot.com)

La debacle ya se apunta con "El Colapso Gravitacional", con su mirada retrospectiva a los cachivaches desplegados en su álbum "La Revolución Sexual" y esa caída al precipicio de lo real cuando te rindes y sólo quieres firmar las capitulaciones, a pesar de que parece distanciarse de la temática propuesta no es más que la destrucción de uno de los protagonistas que renuncia a ser rescatado con proclamas como:

"Siempre supe que iba a pasar... era obvio que así no podía durar... muero porque no supe sufrir, muero porque no supe luchar, no aguanté la fuerza que ejerció sobre mí el colapso gravitacional, sin querer, sin querer se evapora mi tiempo... la belleza de todo final, al final ¿ qué podría esperar? si no supe atrapar el momento (se fue) ¿ cabía esperar del anhelo? si no supe ver la realidad (mi final, mi final, mi final..."

Me siento tan identificado con esta canción, como en la tónica cruel de la vida, se van sucediendo los golpes en todos los órdenes posibles y llega un punto en que simplemente te dejas arrastrar y prefieres abandonar, entonces ya no importa lo construido, te apartas sigiloso, sin hacer ruido, lanzándote a un vacío poco conservador, o es que acaso amar no es también retirarse a tiempo y renunciar generoso a los interrogatorios y a las culpabilidades. 





Y dado que ya hemos sucumbido a la gravedad, nos adentramos en "El Momento", que sigue con sus aires noventeros esta ristra de temazos tan bailables como circunspectos, una mimada producción nos devuelve al italo-disco amasado por Daft Punk, con un cierto regusto a las pantallas de Arcade, tal vez junto a las dos primeras una de las paradas donde su autor más se desnuda y se castiga, pues aunque juegue al despiste con esos encuadres musicales más propios de las series policiacas de los 80, se está rompiendo con la narración que va hilando en esa sucesión de engranajes desincronizados.




La oposición entre estrofas poco esperanzadas y un estribillo aún débil que cree en una plausible recomposición del puzle es brutal, y todo estalla en ese colofón de ingeniería y reparación robótica que queda como pátina de una última oportunidad. Este tema escenifica muy bien el agotamiento al que llegan las parejas con esos finals countdowns para reflotar sus dominios, mientras otras escondemos las cicatrices por las rendijas confiando en se reabsorban hasta que llegado el momento alguno toma un desvío, unos sustitutos, un repuesto. Es ese tufo a decadencia adulta emocional la que pincha con mono este tema, esa mezcla de mentiras y apariencias, como elegimos autodestruirnos inconscientemente en una sima cada vez más impracticable, uno quedará atrapado por la vorágine del momento que como tela de araña irá entumeciéndole, otro logrará zafarse suspendido aupado por nuevos horizontes. En mi caso El Momento me pilló balanceándome en el laberinto mudo de preguntas banales.





DARLE LA VUELTA AL DISCO ( demo )

La facturación interminable de este nuevo disco atestigua que seguramente ha sido el más espinoso en su acabado de toda la discografía de La Casa Azul, habían pasado muchos años desde su anterior largo, primero irrumpió 5 años después con "Podría ser Peor" (10-2016), que tuvo muy buena acogida pero sin embargo parece que a Guille le costaba arrancar dado que casi dos años después es cuando aparece su siguiente adelanto "El Momento" (1-2018), todavía nos quedaría otro año más aderezado con nuevos adelantos como "Ataraxia" (6-2018) y ya "Nunca Nadie pudo Volar" (9-2018).

 Una ingente cantidad de trabajo repartido en publicidad, colaboraciones, ser profesor de OT o el preciosista "En Libertad" (2013) elevando el legado atemporal de Nino Bravo entre innumerables inputs creativos, y sobre todo un desprendimiento de retina  bloquea el normal curso del disco, de hecho el autor confiesa para nuestra estupefacción que hay una versión de "La Gran Esfera" en 2013, pero cuando logra regresar a ella no le convence, no se siente identificado con la historia y empieza a reformular sus coordenadas. Finalmente en marzo de 2019 empieza a rodar esta esfera seguida por el concentrado single "El Final del Amor Eterno"  y el convulso "El Colapso Gravitacional", resumiendo 6 perdigonazos incontestables que calan en las rendijas de las relaciones humanas, que anhelan romperse y al mismo tiempo su reconciliación.


Aunque Guille justifique la demora con esos contratiempos, creo que su propia realidad emocional superó a la ficción y tuvo la necesidad imperiosa de recoger esas dolorosas vivencias, con vacíos repletos de autodestrucción y ruego, dejando empastada inconscientemente su ansiedad vital. Una vez producida su aflicción, optó por desgranarla lentamente quizá esperando que ese dolor no llegase a prender en su devoto público, y de este modo darle otro giro más impersonal, pero no ocurrió así, las canciones prendieron con fuerza y pasión en el subconsciente colectivo. No había más remedio, nos haría daño pero liberar toda esa frustración y conmovernos en esos esbozos tan dolientes era deseable y necesario.


CREPITEO ( cara B )

Una vez descritos ya los síntomas nos subimos al diagnóstico con la épica "Nunca Nadie pudo Volar", tomando ahora como escaparate la trágica odisea icariana de Franz Reichelt, sastre que había confeccionado una especie de traje-paracaídas siguiendo la estela de los dibujos de Da Vinci y otros, que quiso probar su invento saltando desde la base de la Torre Eiffel, como curiosidad no murió al estrellarse contra la dura realidad sino de un paro cardiaco durante la caída al ver que su sueño no remontaba el vuelo. Tomando el relevo de "El Colapso Gravitacional" pero ahora más en un plano físico, corpóreo llega el momento de saltar, de lanzarse al abismo sin reparar en nada, lo que queda muy bien vestido en los versos: "Voy a salir, aquí no puedo respirar, sellé las ventanas par dejar de sentir, y ahora no siento más que astenia emocional, quiero descomprimir, volver a ver con claridad... Y planear y ser aurora boreal y resurgir y levitar y sentir al fin la antigravedad...". 

Quién no ha fantaseado con poner distancia y romper con ese refugio de amor troquelado y volar por otros escenarios más exóticos, lejos de sus códigos invisibles y su permisividad deudora. Es un salto de fe a la nada, a la derrota ya fantaseada, tan suicida resulta escapar de las convenciones sociales, de sus categorías testadas. Así va erigiéndose este himno imparable, con su puente tan celestial y esos convictos coros prestados de Coldplay. Todo augura la caída fatal pero nuestro protagonista al igual que nosotros: 

"Quería huir, ya no podía soportar, aquel constante martilleo borreguil... Quise dejar de oír aquel estruendo demencial... Y todos decían tienes que parar, debes desistir, tienes que esperar, tienes que olvidar, y yo quería volar...Nadie pudo volar, nunca nadie pudo escapar de aquí, saltaré al vacío total y voy a sobrevivir, nunca nadie pudo volar, nunca nadie pudo escapar de aquí, se aferraban a este lugar fieles hasta morir". Quizá sea simplemente que hay ocasiones en que es mejor empujar esa relación por el acantilado y después del despeñamiento valorar los daños, habrá sobrevivido? alguno está dispuesto a bajar de su atalaya y curar las cicatrices?


Otra vez con ese aliño urban que tan bien le sienta, llega este sacudido y agitado "Ivy Mike" parafraseando la primera prueba a gran escala de un dispositivo termonuclear (tranquilos todavía no había aparecido Oppenheimer), no puedo evitar pensar en esos crímenes e invocaciones ocultas dentro de los engranajes de la pareja, cuántas veces me acosté temiendo pronunciar en sueños ese nombre de mi generación de 6 letras, alguien con quien destruirme en un fogonazo de odio y ternura, amor tomado en su pureza máxima, sin anticipar un mañana, sólo fusión nuclear entre dos personas rabiosas del otro, dispuestas a destrozarse y desdibujarse hasta que no queden pistas reconocibles de su punto de partida y su destino ardiendo. Esos síncopes trap dulcificados con cierto onanismo coral golpean muy bien la infidelidad, el anhelo humano por probar la resistencia de la estructura relacional.

Para más pistas de la nube de hongo generada, hay que inyectarse su letra tan bien balanceada, ella optó por algo más tangible y homologado, yo me arrebaté con los protones y neutrones de una hecatombe demoledora e imposible.


 
"Hasta Perder el Control", con su ambientación Raphaelesca, y esos ecos del sonido Philadelphia, desentonaba más que el resto de la conceptualización rupturista del disco, pero como todo lo que toca este mago de los juguetes de producción poco a poco toma su trinchera emocional destruyendo todo el encuadre de reconciliación. En cierto modo fue la que menos me cuadraba con el conjunto general, pero esos toques dubstep del puente, su carrusel festivo marcado por esos vientos después del estribillo te hacen brincar como un chiquillo en sus conciertos. Otra llamada al escapismo y a pasar por encima de cualquier tesitura con tal de reencontrarse a uno mismo, recuperar una visión más ajustada de las cosas.

 Algunos trazos: "Veréis cómo exploto en pedazos, al fin y cómo pierdo el control, arrasando con todo al caer, reduciendo a cenizas el panteón, observarme bien ahora mando y no voy a ceder
hasta perder la razón...de tanta paremia, de tanto sermón, exhausto de tanto equilibrio interior ¿Cómo puede haber tanta contención? Tanta pulcritud de la pausa y la concentración, se pasa a la rabia y seguido al dolor"


Mucho más vacilón y chulesco, como si tomase en consideración aquella pose de Los Brincos este "Saturno ( Todo Vuela )" lo resquebraja todo y fundido en los típicos algoritmos de producción made in "La Revolución Sexual", irrumpe su vertiginoso disco-punk y esa introducción de cuenta atrás fundida en el corazón de una tragaperras, recuerdo que mi expareja disfrutaba de lo lindo con este subidón de adrenalina y despecho, para entonces no teníamos el guion pero vistos los acontecimientos creo que ahora yo puedo desahogarme mejor con su poesía certera y precisa:

 "Ven y vuélvelo a decir, recuérdame otra vez que no tengo otra vida, que hay que hacerlo bien, que no valen las prisas, ven y vuélvelo a decir, que ya no hay nada para mí, que puse tanta fe en exprimir cada día, que me olvidé de cuidarte, de amarte y de vivir, me desespera y ya no consigo fluir, saturno estalla sobre mí y tengo o no tengo razón, al decir (que todo vuela), que en breve nos echan de aquí, quiero abrazarte hasta morir,... que puse tanto empeño en las causas perdidas, que me olvidé, olvidé que eras todo para mí...Y ahora tengo que tomar el control, ya está bien de lamentarse y llorar, necesito un poco de determinación y parar esta locura total y es que siento haber perdido la luz ¿Cuántas noches no te pude esperar? Yo quería darte todo aquel cielo azul y ya no queda nada pues, todo vuela"




¿ Cuántas noches no te pude esperar? esa frase es suficiente para resumir toda nuestra voladura sentimental, claro que tú me esperabas en lugares no advertidos y tomaste otro rostro como desquite, yo en cambio no podía esperarme ni a mi mismo, resumiendo todo estalló debajo de nosotros, tus razones eran la fachada menor y yo estaba en absoluto shock gravitacional, virando alrededor de saturno, empapado de silencio, dejando todo derramarse.

Siempre acabo llorando con la homónima "Gran Esfera", decía Guille Milkyway en una entrevista que cambió el final en el último momento, ese no fue mi caso, tampoco lo intenté ni me arrepiento de no haberlo hecho, hay que tomar el camino que la vida te proporciona y hacer que merezca la pena, cuando aquella pompa de jabón fue deflagrada por tus labios, no sentí la necesidad de recomponerla, por qué nos empeñamos en adornar las emociones con situaciones y palabras huecas, nuestros corazones viajaron juntos un tiempo entrelazados y paulatinamente se fueron difuminando eso es todo, ya no te reconocía en tus actos, tú ya no creías en mi estela.



El caso es que mis lágrimas no obedecen a ese resultado si no a que esta canción toma el testigo de "La Niña más Hermosa" tema incluido en el Lp que nos unió, con sus tiempos spectorianos y su solemnidad resiliente. Nosotros no quisimos cambiar el final pero quizá como de un túnel mágico podamos aparecer entre los versos de aquella canción más antigua, donde los amantes se reencuentran después de tanto tiempo, tantas cosas y reconociéndose apenas, se recuerdan sollozando en un abrazo derretido y tímido. Es un broche final maravilloso que nos conecta directamente con el epílogo del anterior trabajo, un happy end que renueva los votos de sus protagonistas, pero como sabemos no es el único posible.



LEVANTAR LA AGUJA ( efecto reverb )

Tras la odisea técnica y creativa de este disco, no creo que su autor haya depositado mucha confianza en el resultado, pero confieso que extrañamente este satélite a pesar de sus parones y su extenuación afectiva, se coloca en el podio de sus larga duración, muy de cerca del también conceptual aunque más disperso "Tan Simple como el Amor" (2003) o el acertadamente otoñal "La Polinesia Meridional" (2013).

 Siguiendo la estela de enfoques parecidos como en "Here my Dear" del siempre valiente Marvin Gaye,  o el desvalido "For Emma, Forever Ago" de Bon Iver y por qué no el ya reseñado por nosotros "Tú Nunca Morirás" de los siempre frágiles McEnroe TÚ NUNCA MORIRÁS (2009): el amor no existe (melovinilomanos.blogspot.com) La Casa Azul deconstruye con 10 trallazos multipistas ,que podrían haber funcionado perfectamente todos como singles, los destrozos y atajos de las crisis de pareja, esa sensación de ahogo y falta de aire suscrita a silencios dañinos y crueles, en definitiva ese difícil contrabalanceo entre el continuismo y la erradicación total.

A pesar de su cierre más convencional pero no por ello menos verité, con menos temas y más dolor propio y real (al menos 7 de sus cortes se sienten con su adn), el disco como un boomerang devastador estalla y devuelve sus pedazos en una composición muy disfrutable y a la vez incómoda, su alquimia enhebrando ritmos adictivos y melodías escapistas con palabras melancólicas y afligidas produce un irresistible cóctel de furor y liberación. Hagan rodar pues sus esquinas, acuérdense de aquellas historias vencidas, con lágrimas lacradas por una sonrisa de satisfacción por lo vivido, cuando sólo nos queda recordar.


CLICK&POP ( coda )

Como comentaba al inicio resultará muy extraño ahora disfrutar de sus directos sin contar el uno con el otro, como esas mismas canciones que no hubiésemos incluido jamás en nuestro devenir inesperadamente son nuestra nueva realidad. La música de La Casa Azul era como sexo telepático entre ambos, recuerdo a amigos contemplándonos estupefactos mientras nos deconstruíamos en bailes primitivos, no es nada sencillo renunciar a un amor, tantas rutinas, cobijos e intimidad se resisten a renunciar a su comodidad, a su historia cimentada con belleza y heridas.

Tu recuerdo sigue suscitando ese click&pop que regalan los discos de vinilo cuando llegas al final de una cara, y en ese maravilloso chasquido que como un latido va seduciendo mi soledad, me digo que hay amores que llegado un punto exigen su final, cómo si no podríamos recordarlos y celebrarlos, salir de la escena de la obra y  disfrutarla como unos espectadores más. Hay tantas vidas en que nos podemos reflejar como decía Lacan, percibir nuevas aristas de nuestra personalidad o descubrir talentos que nunca nos atrevimos a expandir... Tantas personas amamos a la vez que no es difícil querer cambiar, despistarse por un momento, descuidar a ese compañer@ fiel y vital.

Hace poco me sorprendía reencontrarme con un poema "Fin de la Apariencia" (SAUDADES: POEMAS PARA UNA NIÑA (nacholilloesraro.blogspot.com)que producía mucho antes del colapso mutuo, era mi inconsciente quizá anticipándose al desmoronamiento futuro, así el arte creativo predice las fallas del corazón,  de qué otro modo podríamos recordar esa divinidad, plasmar su belleza si no renunciamos a ella, siendo capaces de observar sus escenas con deleite y saudades. Guardo pues este disco de nuestras vidas, me gustaría pudiésemos volver a disfrutarlo juntos sin la losa de las expectativas, si inadvertidamente nos encontrásemos por casualidad en un concierto de La Casa Azul y brincar pesadamente juntos, tratando de disimilar alguna lágrima, conteniendo la alegría de habernos querido tanto y de poder acariciarlo juntos brevemente. 



Guardar querid@s meloviniloman@s ese amor y observarlo de reojo de cuando en cuando, sentiros dichosos de haber creído y también de haber salido para forjar su remembranza en arte vivo, arte completo, la belleza infinita e imperfecta de este final.










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